Una muerte y dos silencios
Hay silencios que lastiman, que agreden, que ofenden, que envilece al que lo produce y lastima al que lo escucha. Hay otros silencios que son respetuosos, cuidadosos, inteligentes y que llenan más que mil palabras. Hay silencios que se dejan escuchar y otros que ni vale la pena hacerlo.
jorgerial@primiciasya.com
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La muerte de Raúl Alfonsín contrastó notablemente esas dos actitudes de vida ante un hecho histórico. No fue una muerte más. Cada uno de nosotros estaba siendo espectador de una parte de la historia que nuestros nietos, seguramente, leerán en años en algún amarillento libro de historia. Cada uno de los medios de comunicación se convirtió, durante horas, en el narrador moderno de un momento único e irrepetible que será imposible de olvidar. Por eso llamaron la atención las actitudes y los silencios.
El de Canal 9, por ejemplo, absolutamente ajeno a lo que sucedía en un país que no le es propio al millonario mexicano que sólo ve a esta tierra como un lugar más para colocar sus insulsas telenovelas. Una emisora encapsulada en la irrealidad más absoluta.
Negadores, primero, del trabajo de los argentinos y ahora de nuestra historia y dolor. No se conforman con ignorar la labor de nuestros actores y técnicos, ahora decidieron pasar por encima de nuestra historia. Ni siquiera se dignaron al silencio del ignorante. No, prefirieron tapar con novelas lo que pasaba en las calles. Hacer de cuenta que nada pasaba. Lo más parecido a la olvidable posición de nuestra televisión en los años de la dictadura, cuando se creía que si no se decía en la tele no existía. Precisamente un estilo de informar que nada tiene que ver con la democracia. Si hasta el canal estatal, Kirchnerista hasta el tuétano y fanático de los controles mediáticos, ofreció generosamente su pantalla al debido homenaje a la muerte de un presidente. Pero el 9 optó por el silencio canalla.
Pero hubo otros silencios que hablaron más que mil palabras. El caso de C5N que, inteligentemente, decidió que no hacía falta una catarata de periodistas tratando de contarnos de un dolor que cada uno ya sentía en su interior. No. Fueron imágenes y música. Nada más. Cada cara, cada gesto, cada lágrima era la mejor narración sobre lo que estaba sucediendo. Ningún cronista, ni el mejor, podría definir con exactitud esas 48 horas de angustia que las voces anónimas que ocuparon por horas la plaza del Congreso y luego acompañaron en su último adiós al ex presidente. Fue también un silencio. Pero buscado, inteligente, sensato y emocionante.
Ante el dolor no hay mucho que decir y los profesionales de C5N lo entendieron y decidieron dejar de lado el ego de poner en palabras un sentimiento que solamente el pueblo podía expresar. A veces basta dejar la cámara y el micrófono abierto para dar una clase de periodismo. A veces el silencio es el mejor vehículo para decir cientos de cosas. Pero éste silencio. El que acompaña a la historia como un observador. No el silencio del que ignora y desprecia. La muerte de Raúl Alfonsín también sirvió para descubrir algunas bajezas y miserias de nuestros medios.
El de Canal 9, por ejemplo, absolutamente ajeno a lo que sucedía en un país que no le es propio al millonario mexicano que sólo ve a esta tierra como un lugar más para colocar sus insulsas telenovelas. Una emisora encapsulada en la irrealidad más absoluta.
Negadores, primero, del trabajo de los argentinos y ahora de nuestra historia y dolor. No se conforman con ignorar la labor de nuestros actores y técnicos, ahora decidieron pasar por encima de nuestra historia. Ni siquiera se dignaron al silencio del ignorante. No, prefirieron tapar con novelas lo que pasaba en las calles. Hacer de cuenta que nada pasaba. Lo más parecido a la olvidable posición de nuestra televisión en los años de la dictadura, cuando se creía que si no se decía en la tele no existía. Precisamente un estilo de informar que nada tiene que ver con la democracia. Si hasta el canal estatal, Kirchnerista hasta el tuétano y fanático de los controles mediáticos, ofreció generosamente su pantalla al debido homenaje a la muerte de un presidente. Pero el 9 optó por el silencio canalla.
Pero hubo otros silencios que hablaron más que mil palabras. El caso de C5N que, inteligentemente, decidió que no hacía falta una catarata de periodistas tratando de contarnos de un dolor que cada uno ya sentía en su interior. No. Fueron imágenes y música. Nada más. Cada cara, cada gesto, cada lágrima era la mejor narración sobre lo que estaba sucediendo. Ningún cronista, ni el mejor, podría definir con exactitud esas 48 horas de angustia que las voces anónimas que ocuparon por horas la plaza del Congreso y luego acompañaron en su último adiós al ex presidente. Fue también un silencio. Pero buscado, inteligente, sensato y emocionante.
Ante el dolor no hay mucho que decir y los profesionales de C5N lo entendieron y decidieron dejar de lado el ego de poner en palabras un sentimiento que solamente el pueblo podía expresar. A veces basta dejar la cámara y el micrófono abierto para dar una clase de periodismo. A veces el silencio es el mejor vehículo para decir cientos de cosas. Pero éste silencio. El que acompaña a la historia como un observador. No el silencio del que ignora y desprecia. La muerte de Raúl Alfonsín también sirvió para descubrir algunas bajezas y miserias de nuestros medios.
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