Por jorge rial:
Sí. Y me podría quedar con esa sola y abrumadora respuesta. Para bien o para mal. Pero como decía Serrat, nunca es triste la verdad… lo que no tiene es remedio. Gran Cuñado sirvió y sirve para oficialistas y opositores por igual. Lo que al principio parecía una burla digna de la más absurda censura desde la casa Rosada, hoy es el barniz que hace querible al matrimonio presidencial.
jorgerial@primiciasya.comSi hasta el mismísimo Néstor Kirchner se tuvo que adaptar a su personaje televisivo para no ser nominado en la vida real. Freddy Villarreal, su alter ego televisivo, es mucho más simpático que el verdadero. Ni hablar de Cristina, una especie de dama de hierro que se transformó en un personaje aceptado en la ficción y destratada en la realidad.
La gente nomina a la verdadera y salva a Martín Bossi. Ejerce una especie de venganza mediática pocas veces vista y que pone al público ante la posibilidad de votar cada día y poner nervioso al poder. Un juego entre sádico y masoquista. Una revancha que hasta da placer observarla en medio de una situación que parece cómica. Cómica, las pelotas.
Que le pregunten a Francisco de Narváez, el gran ganador en el programa de Tinelli. Rompió el hielo, se atrevió a bailar y reírse de sí mismo. Automáticamente dejó de ser una marca para convertirse en un candidato. Muchos lo conocieron esa noche y compraron. Más allá del esfuerzo que hizo el propio Kirchner con sus trastadas disfrazas de denuncias que terminaron colocando al empresario como el único candidato a vencer.
¿Dónde se notará la influencia de Gran Cuñado? En los nuevos votantes. En aquellos que elegirán por primera vez. Criados en el mundo de la televisión. Que creen que lo que no pasa por la pantalla no existe. Son los que integran la nueva camada de la globalización. Los que siguen a Cumbio como un líder casi religioso. Los que para hablar de ideología tienen que entrar en Wikipedia para buscar su definición. Los que no agarran un libro porque Google les entrega todo servido. Los que ya nos aspiran a cambiar el mundo sino de canal en un frenético zapping. Los que están seguros de que Marx es una marca de cerveza y el Che es Benicio del Toro o una cara en la remera. Para ellos Perón es Víctor Laplace y Evita es Nacha Guevara. Lo peor es que ella se lo cree también. Que Menem es el padre de Carlitos, la Anaconda de Gran Hermano. Los que tuvieron a la tele como su chupete electrónico y se criaron con la seguridad que Tinelli, entre otros, era el ejemplo a seguir.
El poder está en la información. Y el que tiene la información tiene el poder. El homo sapiens ya dio paso al homo televisivus. En esta nueva generación Gran Cuñado tuvo un efecto fenomenal. Ojalá que los políticos sean lo suficientemente inteligentes para captar esa atención frivolizada para convertirla en una herramienta para el cambio que el país necesita. Pero no es la culpa de esta generación criada en y por los medios. En realidad sintieron la orfandad de una forma de ejercer la política que los excluyó desde la ignorancia.
Hartos de escuchar y ver cómo se hace capitalismo de amigos y uno nunca está del lado de los amigos. Gran Cuñado es apenas la devolución más burda en el espejo en que los políticos se niegan a verse cada mañana. Esas mascaras los representan. Así son ellos. Así los ve la sociedad. En lugar de enojarse o simplemente participar como corderitos que saquen una buena enseñanza. Es mejor que la gente se ría y no que haga sonar el escarmiento. Que se hagan cargo que este fenómeno televisivo es parte del sintomático plan de quitarle contenido a las ideas para domesticar a la gente.
Ahora que no se quejen que muchos de los que entren al cuarto oscuro el domingo lo hagan pensando que votan para nominar o eliminar a un personaje de Gran Cuñado. Es la Argentina que venimos desarmando desde hace años y que ahora nos encuentra con un Marcelo Tinelli como la Meca de los políticos. Están cosechando lo que sembraron y el programa es la mejor muestra. Lo buenos sería que las mascaras, después del domingo, se las saquen los verdaderos políticos. Con eso nos conformamos y empieza el cambio. Ese es el día.
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