El despido de Martín Redrado, el embargo a las cuentas, los decretos de Cristina y los pataleos de la oposición se convirtieron en el culebrón del verano. Que nos vienen a hablar de la piña de Pampita a Isabel Macedo o los exabruptos de Paola Miranda contra Silvina Escudero. Tenemos una raza política con alma de barderos.
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A todos, oposición y oficialismo, les encanta la crisis, el embrollo, la pelea de barrio y el panquequeo para resolver conflictos que no le son propios sino que nos competen a todos. Con un egoísmo que mete miedo, los dirigentes bajaron al terreno de pelea de mediáticos de baja estofa un tema que es vital para los argentinos más allá de cualquier opinión.
Con la testarudez de Jacobo Winograd en el tema de los gatos y pumas de Bengala, Cristina y sus amigos están empecinados en sacar las cosas como se les canta. Conmigo o sinmigo, como diría el recordado Herminio Iglesias.
La misma Justicia que es la mejor del mundo cuando falla a favor, se convierte en golpista apenas sacan un dictamen que va en contra del PUK (Pensamiento Único Kirchnerista). Ahí aparecen personajes que irritan pero caen simpáticos, como Aníbal Fernández. El Ministro es algo así como el bombero loco que sale a apagar todos los incendios. No pregunta cual, sino que vayan saliendo. Y lo hace con ese lenguaje entre arrabalero y de Pepe Galleta, el único guapo en camiseta, creación eterna de Pepe Biondi.
Pero del lado de la oposición hay menos ideas que en la obra de Gerardo Sofovich. Pegan por pegar para ver si alguna piña le entra a la presidenta. Algunos exageran con la visión de un golpe en marcha. No es para tanto. Aunque a algunos de los políticos de la vereda de enfrente se le nota un poco la marca de la gorra a la hora de sus discursos.
Ni hablar de Clarín, que ahora se agarra hasta de un accidente de transito para decir que tenemos el peor gobierno del mundo. Esta "Cobeada" de Redrado le vino como anillo al dedo para destilar toda su bronca por la tocadita de cola que le hicieron con la ley de medios. Horas y horas analizando los movimientos del presidente en agonía del Banco Central como si fuera un programa de chimentos corriendo detrás de Ricardo Fort. Digamos la verdad: como tratan el tema parece que hablaran del chocolatero y no del tipo que maneja la plata de todos los argentinos.
Todo es un circo donde cada uno trata de hacer su show sin importarle la opinión de los pobres argentinos. De todas maneras queda cierto gustito a que se armaron dos bandos sólo para pelearse por el poder. En realidad parecen dos bandas si uno repasa ciertos integrantes. Sería mejor que algunos ni aparecieran hablando, como los Grondona y los Biolcati, con eternas añoranzas de épocas pasadas y pisadas.
Hasta ahora nuestros políticos lograron transformar un tema trascendente en un puterío digno de dos vedettes en leve ascenso. Si se tomaran un segundo y se observaran en los tapes con sus declaraciones y agachadas, recuperarían un valor que perdieron hace tiempo: la vergüenza.
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